Comparto esta información otorgada por Jessy Lax.¡Muchas Gracias!
Existe
gran evidencia de la estrecha relación que existe entre lenguaje oral y
lenguaje escrito. Es importante explicitar que en el lenguaje escrito nos
encontramos tanto con la escritura como con la lectura, los cuales implican una
construcción social.
Según
Orellana (2010) el dominio del lenguaje oral determina en gran medida el
aprendizaje posterior del niño. A su vez, este bagaje léxico le facilitará la
comprensión de que la lectura es un medio para obtener información y para
entretenerse.
Por
otra parte Orellana (1996) señala que el desarrollo del lenguaje oral se da a
partir de dos situaciones:
- La
Interacción lingüística à el
lenguaje se autoconstruye, es decir, el niño descubre las reglas del
comportamiento lingüístico a partir de la interacción que tiene con el adulto.
En esta interacción, el niño realiza hipótesis de la utilización del lenguaje,
el cual, confirma o rechaza según su propia experiencia. Así, el niño realiza
una autoconstrucción semántica, sintáctica y fonológica. Esta idea se relaciona
con lo que plantea Bravo (2011) al señalar que, la adquisición del lenguaje
oral depende del nivel sociocultural en
el cual esté inmerso el niño y el vocabulario que se emplea en éste. La
interacción con los medios escritos (leídos o escucharlos) también influirá en
el desarrollo de dicho vocabulario. Por otro lado, el lenguaje no sólo se usa
para comunicarse, dice el autor, sino que también es una expresión de la
elaboración de los procesos mentales y del nivel intelectual, los que están
influidos por procesos culturales y sociales. Así, la complejidad de los
sistemas lingüísticos exige mucho más que poseer un sistema fonoarticulatorio
en buenas condiciones, exige la interacción interpersonal, en donde el niño
reciba mensajes orales, de los cuales pueda ir construyendo el desarrollo de su
lenguaje.
- El
conocimiento metalingüístico à
Este aspecto del lenguaje no se desarrolla a partir de la interacción e implica
un proceso de matacognición. Se relaciona la “habilidad de reflexionar sobre el
lenguaje, separando la forma del significado (…) se refiere al conocimiento del
lenguaje y no al uso de éste para la interacción.”
Dentro de este aspecto cabe señalar los aspectos semánticos, sintácticos y
fonológicos:
* Aspectos semánticos: “Se relacionan con la
toma de conciencia de la organización de los contenidos lingüísticos en la
memoria y con la fluidez para establecer relaciones significativas dentro de
los contextos específicos en los que se usa el lenguaje”. Se
refiere a la simbolización a partir del lenguaje y a la organización de los
contenidos lingüísticos en la memoria, es decir, del léxico interno y las redes
semánticas.
* Aspectos
sintácticos: Se refieren a la organización de las palabras dentro de un
mensaje, con el fin de que éste sea consecuente con la intencionalidad del
hablante. A su vez, este aspecto, también permite obtener información de los
mensajes recibidos.
* Aspectos
fonológicos: Se refieren a la toma de conciencia de las unidades mínimas que
componen las emisiones lingüísticas. Según el
resultado de diferentes estudios éste es el aspecto que tiene mayor poder
predictivo respecto al éxito o fracaso en la lectura inicial (Orellana, 2000).
Ahora,
según Villalón (2008) el aprendizaje de la lectura y la escritura requiere de
una atención conciente hacia las características del lenguaje oral, que se
dominan inicialmente de manera inconsciente y se automatizan progresivamente
durante los primeros años de vida. De esta manera, la calidad de la educación
que se entregue durante los primeros años de vida, aporta la base para el
desarrollo de las destrezas lingüísticas de comprensión y expresión.
Orellana
(2010) señala que la lectura es el cómo se produce el lenguaje oral a partir
del lenguaje escrito, y la escritura es un proceso gráfico, por lo tanto se
produce una interacción entre ambos. Leer sería entonces acceder al significado
del texto, para lo cual, basándose en el estudio de Piras (2006), señalado por
la misma autora, el lector despliega estrategias que lo llevarían a una
determinada “competencia lectora”. Estas estrategias se relacionan con la
identificación de palabras, predicción, confirmación e integración.
Así
mismo, la autora (Orellana 2000) postula que aprender a leer es más que conocer el
principio alfabético, sino que implica además, ser capaz de reconocer los
signos gráficos con el sonido que cada uno representa. Es decir, al
conocimiento de código en necesario y fundamental en el aprendizaje de la
lectura dado que es la base para la decodificación.
Además de lo
señalado en el párrafo anterior, en el aprendizaje de la lectura, es necesario
potenciar la metalingüística en el niño con el fin de que puedan manipular de
manera conciente sus componentes semántico, sintáctico y fonológico, señalados
en párrafos anteriores.
De
esta manera, “el aprendizaje normal de la lectura necesita que los niños hayan
alcanzado el desarrollo de una base psicolingüística para poder efectuar una
discriminación conciente de sílabas y fonemas, que les permitan reconocer las
palabras como un conjunto articulable y con significado. Este proceso
específico debe ir acompañado de una red de contenidos semánticos mínimos”
. Además, el aspecto fonológico ayudará, principalmente, al proceso de
decodificación de las palabras; en relación al aspecto semántico, al tener redes semánticas
ricas y flexibles facilita la comprensión de lo escrito, pudiendo encontrar
información no explicita en el texto y accediendo de manera logográfica a las
palabras; por último, en cuanto al aspecto sintáctico, permite entre otras
cosas, familiarizarse con ciertas estructuras, lo cual facilita la fluidez al
leer.
De
esta manera, aprender a leer es aprender a desarrollar una vía de acceso a la información
escrita. En relación a esto, cabe señalar que, según Alegría (2005) las
palabras frecuentes se identifican más rápido que las menos frecuentes, lo que
hablaría de un desarrollo de la vía directa de lectura. Esto se relaciona con
las vías de acceso a la lectura, las cuales serán explicadas más adelante.
Por
otra parte, se observa una estrecha relación entre el lenguaje oral y
escritura. La escritura es un lenguaje expresado por signos gráficos,
convencionales, sistemáticos e identificables, es decir, es “una reformulación
del lenguaje hablado, con el propósito de ser leído”.
La
escritura es antecedida por el habla y por la lectura, por lo mismo, todo lo
que puedan aprender y potenciar en estas etapas anteriores, enriquecerá el proceso
de escritura, y por el contrario, cualquier dificultad que se tenga, podrá
causar alteraciones al momento de iniciarse en el proceso de escritura. Cabe
señalar también que, es posible que un niño tenga un buen desarrollo en el
habla como en la lectura, pero puede presentar dificultades motoras que afecten
en su escritura, específicamente en la grafía.
Así, la escritura no es sólo la
capacidad de poder escribir ciertos signos gráficos. Además de la grafía, la
escritura conlleva la ortografía (lineal, puntual y acentual) y la transmisión
de un mensaje.
Ahora, es importante señalar cómo
los elementos del lenguaje oral están implicados en la escritura:
-
Aspecto fonológico à A
través de este componente se logra la toma de conciencia de la lengua y de cómo
ésta se puede segmentar en unidades más pequeñas que se representan a través de
ciertos símbolos establecidos arbitrariamente. Así, lo mencionado anteriormente
se logra por medio de dos mecanismos, la metacognición, la cual se refiere a la
vía indirecta de acceso al lenguaje escrito; y la autoconstrucción, es decir,
la vía directa de acceso al lenguaje escrito. (Ambas vías fueron descritas en
párrafos anteriores).
-
Aspecto semántico à En
este aspecto, hay dos procesos que se retroalimentan. Por un lado, encontramos
la simbolización, la cual se relaciona estrechamente con la formación de
conceptos a un nivel mental. Esta simbolización de conceptos influye
directamente en la expresión y comprensión del lenguaje escrito. Por otra
parte, se encuentra la velocidad de transformación simbólica, la cual está
influida por organización de la memoria, es decir, por la calidad y
organización de las redes semánticas que posea una persona (categorizaciones);
de esto se desprende además, que en la velocidad de transformación simbólica,
influye el bagaje léxico que se haya construido a través de distintas
experiencias. Así, el aspecto semántico del lenguaje, facilita la construcción
de mensajes pudiendo utilizar términos más precisos en cada expresión escrita.
-
Aspecto sintáctico à Es
importante señalar que en este aspecto de la escritura, es necesario realizar
una metacognición de los elementos que componen una oración, y la función que
cumple cada una de estas partes. Así, además de poder estructurar de manera
adecuada un escrito, éste tendrá un significado coherente.
Por otra parte, aprender a escribir
implica que los niños conozcan los procesos de transformación del habla en
signos gráficos, los cual se realiza a través de la caligrafía y de la
ortografía. Además, es necesario que el niño conozca los proceses de
transformación del mensaje en un escrito con estilo. Esto se refiere a cuando
se escribe, no se utilizan las mismas expresiones que en el lenguaje oral, y
para poder transmitir el mensaje de la manera más eficaz posible, es necesario
apoyarse en los signos de puntuación y realizar una organización clara de las
ideas que se quieren transmitir.
Lo mencionado anteriormente lo
ratifica Diaz (1996) al señalar que para el desarrollo del lenguaje escrito, el
niño requiere una serie de competencias lingüísticas y cognitivas.
Así,
por último, se puede decir que el proceso de lectura y escritura, no sólo es
relacionar grafema – fonema, sino que además, se debe procesar “información
sintáctica y semántica, lo que llevaría a pensar que un adecuado desarrollo de
los sistemas fonológico, semántico y morfosintáctico es necesario e
indispensable para afrontar con éxito el aprendizaje de la lectura y escritura”. De
esto se desprende, que en el desarrollo del lenguaje escrito, además de las
habilidades psicolingüísticas, el niño debe desplegar sus conocimientos previos
los cuales están determinados por el entorno cultural en el cual este inserto.
Desde esta perspectiva, el niño no un agente pasivo, sino que es un agente
constructor del lenguaje, interactuando con éste y utilizando para satisfacer
múltiples necesidades.